Año: 2019-presente
Temporadas: dos
Por mucho tiempo me negué a ver esta serie porque me dejaba llevar por los comentarios de cierta gente que no hacía más que desprestigiarla. Otros decían que era una serie sólo para pasar el rato. Pero un día, cuando recién se había estrenado la segunda temporada, decidí dejar de lado mis prejuicios y le di una oportunidad. Fue así que me encontré con una serie divertida, sólida y muy atrapante.
Otis (Asa Butterfield) es un adolescente de dieciséis años introvertido, tímido, sin nada de experiencia sexual. Irónicamente, su madre (Gillian Anderson) es una prestigiosa sexóloga, por lo que tienen mucho conocimiento (teórico) del tema. Meave (Emma Mackey), de la misma edad, es una chica antisocial, con apariencia de chica ruda, con grandes inquietudes intelectuales, que tiene muchos problemas familiares. De la manera más insólita de todas, ambos comienzan una “clínica sexual” para aconsejar a sus compañeros de colegio. Al mismo tiempo se irá formado entre ellos un poco convencional pero fuerte vínculo, mientras ambos experimentan los complicados cambios de la adolescencia.
Por un lado, la serie va retratando diferentes situaciones de carácter sexual que los personajes intentan resolver en cada capítulo. Por otro lado, también se plantean diferentes problemáticas, no sólo de índole sexual, sino también sociales, ideológicas, otras relacionadas con el feminismo, el género y las relaciones personales. Lo que elogio de Sex education son los matices en el tono; logra escenas sumamente dramáticas y conmovedoras, así como momentos desopilantemente cómicas. Sin embargo, hay algunos momentos que exceden lo bizarro o grotesco que, a mi parecer, están de más.
Con una tercera temporada a estrenar el año que viene, esta es una serie ideal para maratonear (yo la vi en menos de una semana), pero también para reflexionar sobre ciertos aspectos culturales e individuales muy propios de nuestra sociedad.
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