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La crítica siempre se inclinó a decir que sus cuentos y El viejo y el mar son lo mejor de la obra de Hemingway. Si bien yo me inclino definitivamente por el segundo, sus cuentos muestran a este escritor en su esencia más pura. Él acuñó una teoría, que implementó en todas sus creaciones, que llamó “teoría del iceberg”. Esta consiste en mostrar sólo lo superficial de una situación para que, con pequeños indicios que se van revelando, el lector pueda percibir por sí mismo el trasfondo de lo que se está relatando. En sus cuentos, algunos más logrados que otros, esto se ve a la perfección.
Los temas que se tratan en los cuentos son, mayormente, los conflictos armados (sobre todo la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil española, que fueron determinantes en la vida de Hemingway) y los resabios de estos, las corridas de toros, el turismo en África y las relaciones personales. Todos estos temas conforman una especie de poética que el autor hizo sobre su obra, en la que siempre se presenta al ser humano enfrentándose a su destino o transformado internamente por lo que le tocó vivir.
Algunos de los cuentos que más destaco son “El viejo en el puente”, “Las nieves del Kilimanjaro”, “Allá en Michigan”, “La patria del soldado”, “Colinas como elefantes blancos”, “Un día de espera” y “Una historia natural de los muertos”. Todos estos son increíbles ejemplos del nuevo Realismo crudo del siglo XX. Aunque también debo decir que otros cuentos son bastante irregulares y que no llegan a mostrar completamente lo que se está queriendo decir.
Vale la pena abordar a Hemingway desde sus cuentos, ya que sus obras más populares y leídas son sus novelas. Recomiendo sobretodo esta edición de Lumen, con un prólogo de García Márquez, que habla de su vivencia personal con él y con su obra, y cuenta una anécdota de cuando lo vio de casualidad en Paris. En palabras suyas: “Hemingway sigue estando donde uno menos se lo imagina, tan persistente y tan efímero como aquello mañana en que lo vi cruzar la acera opuesta del boulevard Saint Michel”.
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