A la hora de llevar a cabo un biopic se pueden tomar dos caminos: enaltecer al protagonista o mostrarlo humano. En este caso optaron por la segunda opción y la vida de la ex patinadora olímpica Tonya Harding, que fue todo un infierno, se convierte en una comedia negra respetuosa y muy entretenida de ver.
Tonya (Margot Robbie) siempre quiso ser patinadora, tanto que a los cuatro años comenzó a tomar clases. Su infancia no fue fácil debido a la ausencia temprana de un padre al que amaba y la presencia de una madre violenta y extremadamente autoritaria. Sin embargo, logra entrar al mundo del patinaje artístico, en el que no se parará de señalar su poca elegancia y su actitud poco femenina. En el punto más alto de su carrera Tonya se verá involucrada en un brutal crimen contra una de sus mayores oponentes, y así su carrera quedará arruinada.
Al mejor estilo Scorsese, la película se basa en entrevistas a Tonya y a su círculo cercano años después del incidente. Juega con la realidad y con los dichos que se divulgaron en la época, todo con un humor negro desopilante que no se pasa de la raya.
A la cabeza tenemos a Margot Robbie en su mejor versión, y nos demuestra que puede ser tanto una femme fatale como una chica sin gracia ni glamour. También la tenemos a Allison Janney, que aunque está genial, no lo está tanto como su protagonista ni como se mostró en la temporada de premios de aquél año, donde arrasó en la categoría de Mejor Actriz de reparto. Un elenco muy sólido acompañado por música y un ritmo que reflejan las características del género.
I, Tonya sale victoriosa en este gran reto, escapando de los cánones para mostrarnos uno de los aspectos más crudos de la sociedad estadounidense.
Mi opinión: muy buena
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