De vez en cuando ciertas joyitas fílmicas son bien acogidas tanto por la crítica especializada como por el público, e incluso pueden llegar a ser grandes éxitos en la taquilla. Esto pasa con la última película de Noah Baumbach. ¿A que se debe este éxito rotundo? Probablemente por la elección de los protagonistas, ya conocidos y re conocidos por el público masivo, o por haber sido estrenada en Netflix. También puede ser, aunque en menor medida, el tema que se presenta en la película: un matrimonio que se desarma, el final del amor o por lo menos del amor conyugal, y eso es muy atractivo para los diferentes públicos.
Nicole (Scarlet Johanson) es una actriz de teatro que abandonó sus tres minutos de fama en el cine para hacer teatro junto a su marido, Charlie (Adam Driver), un director bastante prestigioso en el ambiente que está empezando a crecer en Brodway. Ambos han iniciado el proceso de separación y, han decidido hacer el divorcio sin abogados. Además, hay algo fundamental entre ellos: tienen un hijo de ocho años y no quieren dejarlo en el medio de una disputa. A pesar de la buena relación entre ambos, ciertos resentimientos y heridas del pasado saldrán a la luz y esto dificultará el proceso.
El punto más fuerte en el film son las actuaciones: ambos protagonistas viven a sus personajes a flor de piel, no fingen y no fuerzan la expresión. Son tan genuinos y sus construcciones son tan sólidas que uno no puede decidir cuál le gusta más. También tenemos a Laura Dern, con más chispa que nunca, aunque no pueda lucirse tanto en su personaje como los otros dos.
Historia de un matrimonio no trata sobre la destrucción de un matrimonio (como por ejemplo Blue Valentine), es sobre lo que queda cuando un matrimonio de desintegra, los residuos que dejó el amor que alguna vez existió y el anhelo de haber hecho las cosas de otra manera.
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