El doble es un tema famosísimo que atraviesa toda la literatura: es el desdoblamiento del sujeto, aquella parte que se separa de una persona para expresar todo o malo y corrupto que usualmente se intenta ocultar. Tal vez el ejemplo más conocido sea El extraño caso de Dr Jeckyll y Mr Hyde de Stevenson, en el que un honorable médico hace un experimento para convertirse durante las noches en un hombre siniestro. Lo mismo ocurre en El doble de Dostoyevski, pero de manera involuntaria. Goliadkin, un consejero titula de la burocracia rusa, luego de haber sido humillado en una fiesta, se encuentra con su doble: otro exactamente igual a él, pero con todos los vicios y defectos que este no se permite tener.
Ese es el punto de partida para la novela del gran escritor ruso. El doble de Goliadkin aparecerá para ir arruinándole la vida de a poco, para intentar tomar su lugar en el mundo. Un planteo interesantísimo que se queda a medio camino. La prosa de Dostoyevski, tan sólida y atrapante en Crimen y castigo, se vuelve aquí confusa y densa. El doble tuvo críticas negativas la primera vez que se publicó y el autor intentó mejorarlo en una reescritura (en mi edición se conservan ambas versiones), pero eso no bastó para que quede a la altura de sus grandes obras.
Dejando de lado ese aspecto, quiero resaltar el costado psicológico y metafórico que se encuentra en la novela. Luego de leerla el lector debe preguntarse: ¿existe el doble o todo ocurre en la mente del protagonista?, ¿es una metáfora de una mente atormentada o el elemento fantástico realmente se encuentra allí? Esto debe quedar libre interpretación de cada uno.
Dostoyevski es un genio, pero no por eso es imbatible en cada uno de sus libros. Al leer esta novela suya esperaba encontrarme con una obra de arte, pero hallé una novela menor que es rescatable por la profundidad de su análisis, no por mucho más.
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