Esta película libanesa escrita y dirigida por la también libanesa Nadine Labaki ganó el Gran premio del jurado en el Festival de Cannes 2018. Al finalizar la proyección fue ovacionada por un increíble tiempo de quince minutos. El encanto del público no solo fue por la película, sino también por el joven protagonista, Zain Al Rafeea, un refugiado sirio que incursiona por primera vez en la actuación. Cuando vi el trailer pensé en dos posibilidades: una historia donde cargaron las tintas y se pusieron como objetivo conseguir el llanto descontrolado del espectador. La otra posibilidad era que podría ser una auténtica maravilla. No acerté en ninguna de las dos, pero tampoco me decepcionó en lo más mínimo.
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Zain es un niño que vive en la zona más marginal de Capernaum. Casualmente a esta ciudad se la llama "La ciudad de los milagros de Jesús", ya que fue uno de los lugares donde estuvo el profeta. Entonces, la ciudad olvidada por el mundo y por Dios, es el escenario de nuestra historia. Zain vive con sus padres y con sus muchos hermanos en las peores condiciones. El primer acierto de la directora es no haber querido mostrar explícitamente abusos infantiles, ya que eso habría sido caer muy bajo. No es lo que quiere exponer. Pero, aún así, el peligro está siempre cerca. Los más jóvenes, desamparados por la ley y por los mayores que deberían cuidarlos, se pasan los días enteros perdiendo su inocencia. La película comienza con un juicio muy singular: Zain, desde la cárcel (solo tiene 12 años), ha llamado a los medios de comunicación para decir que quiere denunciar a sus padres por haberlo traído al mundo. Luego la narración se irá alternando en una sucesión de flashbacks y momentos del juicio.
Si bien el planteo inicial del juicio no es muy creíble, lo que allí sucede si lo es. Los padres de Zaim (Fadi Youssef y Kawthar Al Haddad, ambos están magistrales en su papel) demuestran una gran dualidad. ¿Sus actos son frutos de una gran crueldad o no pudieron hacer más con la realidad que les tocó vivir? Eso queda a juicio de cada uno. Pero sus actuaciones son, al mismo tiempo que condenables, conmovedoras. La gran estrella, sin embargo, es Zain, que se expone completamente indefenso y humano. Recalquemos que el reparto se compone de actores no profesionales, elegidos por casting.
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En muchos portales leí la misma frase: es una "pornografía sobre la pobreza". La misma frase la escuché cuando se estrenó en el 2008 Slumdog Millionaire (¿Quién quiere ser millonario?). Esta película que fascinó a algunos y fue condenada por otros, me gustó mucho por la trama, la música y el manejo impresionante de las cámaras. Pero tuvo dos grandes fallas. Es verdad que cargaron demasiado las tintas a la hora de mostrar la miseria de la India y, además, es una película británica que cuenta una historia sobre la India con actores indianos hablando en inglés. Una cualidad que me molesta mucho de los países del primer mundo. ¿Imagínense que a un argentino se le ocurra hacer una película sobre África con africanos hablando en español? Por otro lado, Capernaúm es una película libanesa, fimada en Líbano, con actores libaneses hablando en árabe, dirigida por una libanesa. Y cuando hablan de "pornografia sobre la pobreza", ¿que quieren decir? ¿Creen que están exagerando con la miseria y las realidades de la gente? ¿Creen que Occidente se está lavando las manos por las cosas que pasan en Oriente? Es un retrato de la realidad, aunque a muchos les pese. Puede gustar o no, pero no pueden decir que se está faltando el respeto.
Entonces, aunque el planteo principal no sea de lo más verosímil, es una película que escapa de las obviedades y las resoluciones típicas. Y, gracias a Dios, carece de golpes bajos.
Mi opinión: muy buena
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